Hace varios años se llevó a cabo en la parroquia mayor de San Mato Apóstol una concienzuda restauración, entre esta podemos destacar las catorce vidrieras que adornan el templo y que fueron instaladas en el año 1959 siendo párroco el recordado Padre don José Luis Mainé Vaca.
La restauración de las citadas vidrieras tienen un coste de 4.200 € cada una y son las denominadas: San Mateo, Ascensión de Nuestro Señor, El Calvario, Santiago, San José, Santísima Trinidad, Reina y Madre, San Pablo, El Salvador, Bautismo de Jesús, San Pedro, San Hiscio, Cena de Emaus y Asunción de la Virgen.3
Las vidrieras surgen en el Románico o en el Islam, utilizándose el cristal para tamizar la luz.
En el Renacimiento al igual que el tapiz, la vidriera conoce un desarrollo favorecido por la bóveda de crucería que permite los grandes muros calados que valoran el espacio arquitectónico con una nueva perspectiva.
Así surge la primera polémica entre la opinión si habrá de decorar el arte, pensando que este adorno afectará o no a los monjes cistercienses. Bernardo de Claraval critica la existencia del adorno, por lo tanto edificios con vidrieras blancas, sin color ni tema. Frente a este, Surge, abad de Cluny, defiende todo lo contrario, dentro de unas premisas neoplatónicas admite la existencia del adorno y defiende una manera de exteriorizarlas gracias que había que darle a Dios.
En España la presencia de artistas extranjeros que trabajan el vidrio se estructura en torno a un gremio que regula las condiciones que envuelven el tipo de trabajo. El gran momento de la vidriera en España lo tenemos con las construcciones de grandes catedrales, como la de Burgos, Toledo o Sevilla.
La restauración de las citadas vidrieras tienen un coste de 4.200 € cada una y son las denominadas: San Mateo, Ascensión de Nuestro Señor, El Calvario, Santiago, San José, Santísima Trinidad, Reina y Madre, San Pablo, El Salvador, Bautismo de Jesús, San Pedro, San Hiscio, Cena de Emaus y Asunción de la Virgen.3
Las vidrieras surgen en el Románico o en el Islam, utilizándose el cristal para tamizar la luz.
En el Renacimiento al igual que el tapiz, la vidriera conoce un desarrollo favorecido por la bóveda de crucería que permite los grandes muros calados que valoran el espacio arquitectónico con una nueva perspectiva.
Así surge la primera polémica entre la opinión si habrá de decorar el arte, pensando que este adorno afectará o no a los monjes cistercienses. Bernardo de Claraval critica la existencia del adorno, por lo tanto edificios con vidrieras blancas, sin color ni tema. Frente a este, Surge, abad de Cluny, defiende todo lo contrario, dentro de unas premisas neoplatónicas admite la existencia del adorno y defiende una manera de exteriorizarlas gracias que había que darle a Dios.
En España la presencia de artistas extranjeros que trabajan el vidrio se estructura en torno a un gremio que regula las condiciones que envuelven el tipo de trabajo. El gran momento de la vidriera en España lo tenemos con las construcciones de grandes catedrales, como la de Burgos, Toledo o Sevilla.
La vidriera se va a trabajar como una pintura transparente donde encontramos casi siempre que se copian temáticas de grabados de grandes artistas. Lo que diferencia la vidriera en sus inicios de la renacentista, va a ser el empleo de las líneas de división que conforman pequeñas superficies en las que van insertas las vidrieras de color, para ir agrandándose en el tiempo hasta la renacentista.
En el Renacimiento la temática pasará a centrarse en una sola escena, Rosetón y Girola, la iglesia se convierte en un espacio unificado gracias a la vidriera. La finalidad del Renacimiento busca que el creyente se fije sólo en el lugar principal.
El efecto de las vidrieras depende de la luz que deja pasar a través del cristal translucido, por lo que este arte también se conoce como “pintura de luz”. Alcanzó su máximo esplendor entre los años 1130 y 1330 con la arquitectura gótica, sobre todo en Francia.
Materiales y técnicas
Así ya en el gótico los tipos de vidrios que se utilizaban en las vidrieras eran el vidrio coloreado en su masa y el vidrio de dos hojas. El vidrio coloreado en su masa era de un color uniforme que se conseguía añadiendo óxido de hierra (para el verde), de cobre (para el rojo) o de cobalto (para el azul) a la masa vítrea, mezcla transparente de carbonato de potasio (mas tarde, de sodio) sílice. El vidrio de dos hojas, que permitía obtener colores intensos translucidos, se obtenía fundiendo una capa fina de vidrio coloreado con otra capa mas gruesa de vidrio claro, cuando ambos estaban aún calientes.
El artista comenzaba con el diseño de un boceto a pequeña escala del dibujo y, partiendo de él, componía un cartón o dibujo a tamaño natural con una punta de plomo o estaño sobre una tabla de madera o un tablero recubierto con una capa de tiza (gis) o pintura blanca.
En el gótico tardío y en el renacimiento los cartones se hacían sobre pergamino, tela, papel o cartón. Las líneas de varillas de plomo se pintaban de negro. A continuación se extendía sobre una mesa láminas de vidrio de color que se cortaban con un utensilio de hierro incandescente.
Las líneas del contorno de ropajes, gestos faciales y pequeños detalles se dibujaban sobre las piezas ya cortadas con una pintura de esmalte negra o de castaño oscuro, que se hacía con cristal molido, sales metálicas, como el óxido de hierro y cobre, otros minerales y líquido. Estos trozos solían dibujarse sobre la cara interna del vidrio al que se fundían cociéndolo a baja temperatura. Después se cortaba y se daba forma a las tiras dobles de plomo maleable, con sección cruciforme, para poder sujetar los bordes del vidrio por ambos lados. Las piezas de vidrio rodeadas por las tiras de plomo se fijaban luego al marco de hierro, o armazón, que forma parte del diseño en las ventanas más antiguas.
Así aparecerán figuras aisladas, de pie, colocada en un nicho, o bien dos figuras, una sobre otra en el triforio o en largas ventanas ojivales altas y estrechas, de intrincado diseño geométrico y lobulado que nos recuerdan a un mosaico de destellos grises, rojos y verdes.
Los colores predominantes es el azul (que se utiliza para fondos), el rojo, el amarillo y el verde.
Violeta, castaño y blanco con un toque de verde o azul son secundarios, y el sombreado en rosa servía para imitar el color de la piel en las figuras.
La temática más recurrente son escenas de la Biblia, de la vida de Jesucristo, El juicio final, profetas y evangelistas, leyendas y vidas de santos.
Un arte refinado y caro, que se acerca a la Jerusalén celestial.
Por: Francisco Javier Terán Reyes. Fotografía: Radiant
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