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viernes, 16 de abril de 2010

SE HACE SABER......


En las esquinas se colocaban con su trompeta de metal para llamar a los ciudadanos y comenzaban su retahíla con el conocido: "De parte, del Sr. Alcalde, se hace saber..."
Y de esta manera comunicaban las noticias que les encomendaban.

Los Serenos, por otra parte, eran los encargados de vigilar en la noche las calles y poseían las llaves de las casas. Estos eran sumamente importantes en las grandes ciudades donde abundaban los edificios de apartamentos y, el Sereno, era el encargado de abrir la puerta principal a quien se lo pidiese. Siempre, manteniendo un discreto control de quién entraba y salía.

El Sereno fue otro de aquellos personajes de nuestra ciudad antigua quien más parecía un "montonero", con su vestimenta que consistía en un deshilachado poncho o acaso una especie de abrigo largo y ancho, además de su pito de barro con la forma de un pajarito, su garrote y una estaca. Así iniciaba desde las siete de la noche, poco después de ocultarse el astro rey, a pregonar las horas hasta el amanecer del día siguient

Cantaban, muchas veces desentonados y al amanecer ya casi sin voz; estos pregoneros anunciando las horas en cada esquina que les era designada. Este Sereno o "reloj cantor ambulante"; recibía por su trabajo, un sueldo de 4 reales mensuales.

Los "Serenos" modernos ya no caminan tanto, pues usan modernas motocicletas y vehículos en algunos casos blindados. Ya no dan la hora y del garrote y la estaca, han pasado a especializarse en armas modernas de diferente calibre y defensa personal.

Los tarifeños de antaños viejos creativos y bromistas, idearon también la forma de bromear con los "Serenos" e improvisaban algunas cuartetas:

No sé qué tiene el sereno,

que ronda tanto mi casa,

sin duda que me dará,

mañana para la plaza.

o esta otra:

El sereno vigilaba,

cuando roncando no estaba;

el iba por una esquina

y yo cuidando a mi vecina.

A su vez los serenos han sido los encargados durante la noche de velar por la seguridad de las personas y de las cosas.

Las relaciones de estos profesionales con su entorno han sido dispa-res,pues mientras las comunicaciones que entregaban los alguaciles eran casi siempre temidas, en el trato con los jóvenes se mezclaban el miedo y la aventura al tener que mantenerse, en no pocas ocasiones, fuera de su alcance. Por su parte los pregoneros levantaban siempre expectación, mientras los serenos, conocedores como nadie de la vida nocturna, contaban con el respecto generalizado.

El origen de los serenos obedece a la necesidad de proteger a las personas y cosas durante la noche habiendo dependido tradicionalmente de las autoridades locales que ya regularon su funcionamiento de manera pormenorizada hace más de 150 años. Para acceder a este trabajo se exigía estrictas condiciones personales prohibiéndoseles "tener tienda o taberna" y debiendo depositar "cincuenta pesos para responder de las faltas que pudieran cometer en el desempeño de su cargo" (Reglamento 1.863).

Hace ciento treinta años su salario era de ocho reales diarios abonándoseles además "doscientos veinte y un reales por el coste del aceite que consuma durante el año en la linterna". No tenía derecho a pensión de jubilación o retiro salvo que tuvieran que dejar el servicio" por herida causada a mano airada en acto de desempeño de sus obligaciones en cuyo caso se les podrá asignar hasta la tercera de su salario".

Los ayuntamientos proveían a cada sereno de capote, chuzo, farol, canana, gorra, pito y matraca para casos de incendio, así como en algunos casos de pistola. Debían anunciar "las horas y el estado de la atmósfera con voz clara en toda su demarcación empezando media hora después de que saliera a rondar". En muchos casos acompañaban estas informaciones con un "¡Ave María Purísima!".

Los reglamentos de la época eran muy precisos sobre lo que debían hacer cuando "advirtiesen que se halla abierta la puerta de alguna casa o ventana de alguna tienda o si recelasen que se estaban cometiendo algún robo o notasen incendio en algún edificio". También debían actuar "si sintiesen algunos ladridos de perros u otros gritos o ruidos extraordinarios que pudieran turbar el descanso de los vecinos". Asimismo debían evitar "que se viertan aguas a las calles" y "bajo ningún pretexto podían entrar en casa alguna ni aún en la propia durante las horas de servicio excepto en los casos de incendio ni detenerse a conversar con gentes distrayéndose de su encargo especial que es el de vigilar su demarcación".

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