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lunes, 31 de agosto de 2009

OFICIOS TARIFEÑOS: EL CARBONERO

Dejando de un lado las vitro cerámicas modernas en las cocinas, recordemos que antes se cocinaba con carbón. Se recuerda aun el carretón del carbonero que recorría el pueblo y la mula que iba parando en cada casa que les compraba cinco o diez perras de carbón, pues ya sabía bien quién era cliente y quién no. A veces las madres nos decía, "Dile que te echen un poco de cisco" (la boronilla del carbón desmenuzado, que se colocaba sobre periódicos y debajo de los carbones antes de rociarlos con alcohol para empezar el fuego con más rapidez). El sabor de los bistecs en la parrilla era exquisito, más nunca he sentido el olor cuando se estaban cocinando y el humito cuando caía en el fuego el jugo de la carne, adobada con limón o naranja agria, sal y ajo. El carbonero desarrollaba un trabajo muy duro bajo situaciones meteorológicas de todo tipo. Durante la elaboración del carbón no había tiempo para el descanso ni el sueño. Tanto de día como de noche el carbonero debía controlar varias hoyas que se encontraban en diferentes fases del proceso, lo que exigía una vigilancia continua. El aspecto del carbonero era casi fantasmagórico, con la cara oscurecida por el carbón y las ropas rasgadas por la maleza. Este duro oficio, antaño se hizo muy popular, y de él dependía casi toda la economía de algunos pueblos. Requería de los que la practicaban constancia, fuerza y un buen conocimiento de los bosques, de la sierra; una sabiduría heredada. Ya en las ciudades A hombros con su carga de carbón de leña, carbón de piedra, picón, cisco, etc.. siempre tiznado. El carbonero iba descargando el carbón para venderlo en la carbonería. A los clientes le esperaba el “calentito”, que era el pequeño brasero que se ponía debajo de las mesa camilla, cubierta con el acogedor mantel. Fuente: Francisco Javier Terán Reyes: "El Carbonero"
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